La muerte de un ser querido es uno de los momentos más duros que podemos vivir. Nos deja un vacío inmenso y un dolor difícil de superar. En esos momentos, la familia debería ser un apoyo, un refugio donde encontrar consuelo.
Sin embargo, muchas veces ocurre todo lo contrario: lo que debería ser un tiempo de unión y respeto, se convierte en una pelea por la herencia. De repente, lo material pesa más que los recuerdos… y los lazos familiares se rompen por disputas absurdas que no deberían existir.
Como hija de un padre de 75 años, este tema me toca muy de cerca. Me duele ver cómo el dinero y los bienes pueden destruir familias, cómo enfrentan a hermanos que antes se querían. En vida todo parecía una relación sólida… y, tras la muerte, todo se convierte en reproches, demandas, exigencias y distanciamiento…
No entiendo cómo algo material puede valer más que los momentos compartidos. En mi caso, tengo claro que jamás permitiré que una herencia me enfrente a mis hermanos, ellos pueden hacer lo que quieran. Al menos para mí la memoria de mi padre es mil veces más valiosa que cualquier posesión que pueda o quiera dejarme.
La realidad es que el verdadero legado no está en lo que nos dejan… sino en lo que aprendemos de ellos. Y eso es lo que realmente quiero conservar.
La triste realidad de las disputas hereditarias
Cada vez es más común ver familias peleándose por una herencia cuando muere un familiar. En lugar de unirse en el duelo, que es lo que debería de pasar, muchos se distancian, se llevan a juicio o rompen sus lazos para siempre. Es triste, pero real…
Según datos del Consejo General del Notariado, en 2021 se renunció a un 25% de las herencias en España. En muchos casos, por las deudas o los impuestos que conllevaban. Pero, en otros, porque simplemente no había un acuerdo entre los herederos. Cuando los padres no dejan claras sus últimas voluntades, las diferencias entre los hijos pueden terminar en conflictos largos y dolorosos… y eso es muy triste.
Lo más impactante es lo rápido que cambia todo
Hermanos que se han llevado bien toda la vida de repente se convierten en rivales. Lo que antes no importaba, de pronto se vuelve una guerra sinsentido. Un piso, unas tierras o hasta un simple reloj pueden ser motivo de peleas. Y lo peor es que muchas veces los que más exigen son los que menos estuvieron ahí cuando sus padres los necesitaban…
En 2022, los juzgados de la Región de Murcia registraron 123 demandas de división de herencia, un incremento del 35% en comparación con las 91 del año anterior. Esto refleja no solo problemas legales, sino también una crisis moral que yo sería INCAPAZ de siquiera cuestionarme: ¿en qué momento dejamos que el dinero valga más que la familia? Es doloroso que el recuerdo de un padre quede en segundo plano frente a una disputa material
Es triste ver cómo la avaricia puede destruir años de amor entre hermanos. Las herencias no solo se tratan de bienes, también muestran lo que realmente importa en una familia.
Cuando la avaricia supera al amor fraternal
Para mí, es muy triste ver cómo, en muchas familias, cuando muere un familiar se enfrentan por bienes materiales en vez de apoyarse, que es lo que deberían estar haciendo. Hermanos que, hasta ese momento, se habían llevado bien, de repente dejan de hablarse por una herencia. Un ejemplo común ocurrió en San Bartolomé de Tirajana, Gran Canaria, cuando dos hermanos se pelearon por la herencia en una finca familiar. Uno usó una excavadora y el otro empuñó una barra de metal. La Policía Local los detuvo a los dos por daños y amenazas.
Lo que realmente está detrás de todo esto es la avaricia. La muerte de un ser querido, en lugar de acercar a los familiares, a veces despierta en algunas personas un deseo irracional de quedarse con más de lo que les corresponde. De repente, aquellos que no se preocupaban por sus padres en vida, aparecen exigiendo su parte «justa«, sin importarle nada más que eso.
Lo más doloroso es la hipocresía. Personas que lloran en el funeral y, al día siguiente, ya están revisando documentos y cuentas bancarias. Hermanos que se acusaban de robar o manipular testamentos. Todo esto, mientras que el verdadero protagonista, el padre o la madre, ya no está para defender su legado.
¿Realmente vale la pena romper una relación con un hermano por dinero? ¿No es más valioso preservar lo que compartieron en vida?
Creo que la herencia pone a prueba del verdadero carácter
Pienso que es en esos momentos de tensión cuando se ve quién mantiene la calma y quién se deja llevar por la codicia. Quién amaba de verdad a la persona que se ha ido… y quién desea solo sus posesiones para seguir adelante con su vida. No es raro ver cómo familiares que parecían cercanos sacan su peor cara cuando se trata de repartir bienes. Aquellos que no se preocuparon por sus padres durante su vida, de repente aparecen exigiendo su parte, mientras que los que siempre estuvieron cerca se sienten desplazados y traicionados.
Más allá de la avaricia, lo que realmente duele es la falta de valores. La familia, que debería estar por encima de lo material, se convierte en un campo de batalla. La muerte de un ser querido parece ser la excusa perfecta para revivir viejos rencores y ajustes de cuentas que a veces ni existen. Todo se convierte en algo frío y lleno de resentimiento.
Esto nos lleva a preguntarnos: ¿Qué es más importante, el dinero o la familia? Aunque la respuesta parezca clara, en la práctica muchas personas ponen lo económico por encima de lo sentimental. Y es que el dinero tiene el poder de transformar a las personas, y las lleva a tomar decisiones que jamás imaginaron… o que dicen que jamás tendrían.
La influencia de la sociedad en la codicia familiar
La sociedad influye mucho en las disputas por herencias, y eso es innegable. Hoy en día, parece que el éxito se mide por lo que tienes: dinero, propiedades, cuentas bancarias… Las cosas materiales se ven como una forma de seguridad y estatus. Por eso, no es raro que algunas personas vean la herencia no como un regalo familiar, sino como una oportunidad para mejorar su situación económica.
Los medios de comunicación también influyen mucho, porque muestran miles de historias de herencias millonarias y pleitos interminables entre familiares, y eso hace que parezca que es natural. Las películas y series suelen retratar la herencia como algo que hay que “ganar”, sin pensar en el daño que esto puede hacer a las relaciones familiares.
El sistema legal tampoco ayuda. En muchos países, las leyes obligan a repartir los bienes de manera equitativa entre los herederos, incluso si el fallecido tenía otros deseos. En España, la legítima hereditaria, por ejemplo, puede generar conflictos si los hermanos no se ponen de acuerdo. Y, si no lo crees así, busca qué es lo que es.
Todo esto muestra que la codicia no aparece de la nada: es el reflejo de una sociedad que pone el valor material por encima de lo emocional.
Si queremos evitar que las familias se rompan por la herencia, necesitamos cambiar nuestra forma de pensar y aprender a valorar lo que realmente importa: los lazos familiares.
Por ello, quizás deberías de recurrir a ciertos profesionales y olvidarnos del asunto
Ante este problema, la mediación familiar puede ser una buena solución para evitar largos y caros juicios. En la Comunidad de Madrid, por ejemplo, han creado Puntos de Encuentro y Servicios de Información para ayudar a las familias en momentos difíciles. Estos servicios buscan promover el diálogo y encontrar acuerdos que beneficien a todos.
“La mediación es la resolución de un conflicto, que dos o más partes realizan de manera voluntaria con la ayuda de un tercero, llamado mediador”, nos explican desde Mediación Santander, grupo de mediadores experimentados en Cantabria. Explican que la “mediación es una alternativa a la vía judicial, que además de ser más rápida y menos costosa, permite mantener la relación entre los familiares”.
Este tipo de empresas especializadas ayudan a que ambas partes consigan llegar a ciertos acuerdos sin la necesidad real de tener que enfrentarse en tribunales. Si la familia no logra entenderse por sí sola, contar con profesionales imparciales puede marcar la diferencia entre un acuerdo pacífico y una guerra interminable.
Prioricemos los lazos familiares sobre lo material
La herencia más valiosa de todas es la que nos dejan nuestros padres, y no es material: son los valores, recuerdos y las enseñanzas compartidas durante todos los años que hemos compartido. Permitir que bienes materiales destruyan esos lazos es una traición a su legado.
Invito a todos los que estén en esta situación a reflexionar: ¿De verdad merece la pena perder a un hermano, a una hermana, a un primo o a un tío por una casa o una cuenta bancaria? ¿No sería mejor recordar a nuestros padres con amor y respeto, en lugar de convertir su legado en una guerra terrible?
Ojalá cada vez más familias entiendan que lo importante no es lo que nos dejan, sino la persona que se ha ido y que debería unirnos… no separarnos.